A los 26 años, Julio Chang Magallanes no tenía un restaurante ni un plan de negocios escrito, tenía algo más poderoso: el hambre de emprender. Junto a su novia -hoy su esposa- empezó vendiendo moros en el garaje de la casa de su abuela, con la certeza de que un plato bien hecho podía abrir puertas.
A los 26 años, Julio Chang Magallanes no tenía un restaurante ni un plan de negocios escrito, tenía algo más poderoso: el hambre de emprender. Junto a su novia -hoy su esposa- empezó vendiendo moros en el garaje de la casa de su abuela, con la certeza de que un plato bien hecho podía abrir puertas.
El emprendedor ecuatoriano inició el negocio en su casa junto con su novia, ahora esposa, y con el apoyo de su familia.
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