No han faltado las reediciones. Era inevitable que el mundo editorial aproveche el centenario de la publicación de la gran novela de Thomas Mann, La montaña mágica (1924), incluso con la dificultad que representa: mil cuarenta y siete páginas en la reciente edición de bolsillo de Penguin Random House, que se ha encargado de recuperar toda su obra. De esto destaco que se haya completado la nueva traducción al español de la tetralogía José y sus hermanos, el libro más extenso de más Mann, por no decir uno de los más complejos, al punto que uno se pregunta cómo es posible que se hayan necesitado cinco traductores, empezando por Joan Parra para los dos primeros libros y concluyendo con Jorge Seca Gil para el cuarto volumen. Creo que todavía estamos lejos de tener en español una edición cohesionada. La montaña mágica ha tenido mejor suerte: la última traducción de Isabel García Adánez renovó el panorama de quienes habíamos conocido la versión de Mario Verdaguer. Señalo esto porque mi limitación es la de un lector que no sabe alemán y recurre a traducciones. Lo único con lo que puedo compensarlo es que me he dedicado a leer y releer a Mann, lo que me permite descubrir que no puedo entrar en los manejos dialectales de Mann y algo más importante todavía: captar su humor a partir de la lengua. Mann parece un autor muy serio, quizá porque él mismo lo era. Pero sí que hay humor en Mann y a mí me ha tomado años y relecturas percibirlo.
No han faltado las reediciones. Era inevitable que el mundo editorial aproveche el centenario de la publicación de la gran novela de Thomas Mann, La montaña mágica (1924), incluso con la dificultad que representa: mil cuarenta y siete páginas en la reciente edición de bolsillo de Penguin Random House, que se ha encargado de recuperar toda su obra. De esto destaco que se haya completado la nueva traducción al español de la tetralogía José y sus hermanos, el libro más extenso de más Mann, por no decir uno de los más complejos, al punto que uno se pregunta cómo es posible que se hayan necesitado cinco traductores, empezando por Joan Parra para los dos primeros libros y concluyendo con Jorge Seca Gil para el cuarto volumen. Creo que todavía estamos lejos de tener en español una edición cohesionada. La montaña mágica ha tenido mejor suerte: la última traducción de Isabel García Adánez renovó el panorama de quienes habíamos conocido la versión de Mario Verdaguer. Señalo esto porque mi limitación es la de un lector que no sabe alemán y recurre a traducciones. Lo único con lo que puedo compensarlo es que me he dedicado a leer y releer a Mann, lo que me permite descubrir que no puedo entrar en los manejos dialectales de Mann y algo más importante todavía: captar su humor a partir de la lengua. Mann parece un autor muy serio, quizá porque él mismo lo era. Pero sí que hay humor en Mann y a mí me ha tomado años y relecturas percibirlo.
Quizá la pregunta que me inquieta sería saber qué pensaría un lector de hoy de esta novela centenaria de Mann. El Universo
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